lunes, 20 de agosto de 2007

La maquinita de hacer dinero

Cuando uno es un niño y comienza a cobrar conciencia de los problemas de la economía familiar se pregunta por qué no existe una maquinita que haga más dinero, pronto aprendes que sí existe, pero que no es factible que se hagan billetes para todos, por asuntos, que tu padre angustiado intentaría explicarte en relación a la inflación.

Ayer a la una y media de la mañana en ciudad Nezahualcayotl, descubrí que la maquinita sí existe, bueno la maquinaria muy bien incrementada por la policía local para lograr el fin de hacer dinero. (No intento que esto sea una denuncia, pues ese tipo de cosas en el país son irrelevantes.)

Había ido a una boda, lo que hacía que mi atuendo fuera no el cotidiano, sino una línea más de arreglo, conducía solo, pues linda se había quedado ya en su casa, apenas tres cuadras de distancia de tal sitio, circulando por avenida Nezahualcoyotl, que paradójicamente quiere decir coyote hambriento, una camioneta de policía me habló por el alta voz, indicando que me orillara, me pidió la tarjeta de circulación y la licencia, todo en orden, baje del auto por favor caballero, ha bebido alcohol esta noche, interrogo un “oficial de tránsito”, lo entrecomillo, porque demostró ser no mas que un ratero, contesté que venía de una fiesta y que sí había bebido un par de cervezas, para ser sincero mi estado no era de ebriedad, procedí a soplar por un breve ducto que formo con la tarjeta de circulación, según inhaló mi aliento y dijo, seguro han sido mas de un par, pues tal vez conteste, pero mi estado no es de embriagues y me encuentro muy bien; vino la primera y gran mentira, a ver sígame joven le vamos a hacer una prueba de manejo, conduje cinco cuadras tras de él, se detuvo y estábamos ya fuera de algo que parecía ser todo menos una delegación, era un local con tres cuartos, el baño, a la entrada, una “sala de espera” y otro último donde había un escritorio con teléfono. No vi sino hasta media hora más al sujeto que ahí me llevo, pues en eso consistía su trabajo de aquella noche, salir a la avenida y atrapar a cualquiera para llevarlo a aquel sitio, donde sería extorsionado, mas o menos de la siguiente manera.

Dependiendo el sapo es la pedrada, el primer choro intimidatorio, era, en mi caso, por tener aliento alcohólico, sin demostrar grados de alcohol ni nada, pues “aquí en el Estado de México no importa si te tomaste uno o diez es lo mismo traes aliento alcohólico”, son 36 horas de arresto, más una multa de $2,500, más otros $1,000 por el arrastre del coche. (Omito por creerlo innecesario los argumentos que expuse para defenderme.)

Seguro de que lo que quería el tipo que me “atendió” era dinero, pues ya expuse en otra ocasión que la cultura de vialidad y la seguridad de los automovilistas no es la verdadera intención del nuevo reglamento de tránsito, le dije, bueno pues dame chance, traigo $230 varos. “cómo crees si tu multa es de $2,500, háblale a un familiar para que te traiga aunque sea $1,000” contestó. Sin haber entendido la verdadera tranza del asunto y confundido intenté marcar a casa de mi novia, donde por suerte no me contestaron, y viendo que cada media hora llegaba gente en un estado similar al mío, preguntándose porque los habían llevado ahí, y convencido de que no me llevarían a las galeras del palacio municipal, como me repetía el tipo cada vez que me preguntaba cómo le vas a hacer, decidí aguantar lo mas posible. Mientras tanto pude escuchar todo tipo de extorsiones, de las cuales afortunadamente no fui participe, por ejemplo “abre tu cajuela a ver qué traes”, darme cuenta de la forma en la que se organizaban para repartirse el dinero; cuando alguien lograba salir del lío, con por lo menos $1,000 pesos el comandante vestido de negro con una playera que parecía tener simbiosis con su pasa que se desparramaba, anotaba en un papelito, cuánto le había dado cada persona, y cuando regresaban los que andaban en rondines, que por la forma en la que fui llevado a tal lugar y con la frecuencia con la que llegaba gente, creo firmemente que sólo salía a la avenida a cinco cuadras de distancia y traían al primero que se les ponía enfrente, le preguntaban al “comandante” o a otro de los que se encargaban de sacarte la lana “no tienes algo para mi”, se metían al último cuarto y no salían contando el dinero, porque sería demasiado descaro, pero sí salían con las manos en los bolsillos y listos para traer a alguien más.

Así pasó de la una y media a las cuatro y tantos cuando oí, “el chavo del suru, ¿qué ya habló a su casa’, que te dé lo que trae, ya lleva aquí desde la una”, salió el tipo de gorra azul que se aferraba a que mi multa era de $2,500 y sólo cubriéndola me dejaría ir, fue hasta la calle y me llamó con un ademán, “a ver dame tus $230 que me dijiste y el celular, quítale el chip”, eso hice con ganas de mentarle su madre, me dio las llaves del coche, y tomé el camino para mi casa, las luces de las patrullas seguían por la avenida, esperando así poder continuar con su maquina de hacer dinero.