viernes, 3 de julio de 2009

Las elecciones

No es posible negar la campaña del voto nulo emanada desde varios sectores académicos y empresariales de la derecha, como tampoco puede negarse que sus principales beneficiarios serán el PAN y el PRI, sobre todo porque el sistema electoral lo han construido ellos mismos a modo de poder perpetuarse en el gobierno. Por otro lado, en términos abstractos, y no precisamente tomando como referencia el corrompido y costosísimo, amén de inmoral, sistema electoral mexicano, el hecho de votar no es en sí mismo un acto negativo o estéril, pero uno debe tomar este tipo de decisiones en circunstancias y coyunturas concretas y específicas; si no es así, sólo se colabora con el voto corporativo irreflexivo.
A pesar de estas consideraciones, me interesa hacer una pequeña reflexión sobre la invitación al voto por la "izquierda" (López Obrador, Dante Delgado y Alberto Anaya, entre varios otros de similares tamaños morales e ideológicos). Cabe mencionar que tal invitación ha venido también de diversos sectores (incluidas personas de sólida vocación de izquierda como Dussel, Boltvinik, G. Rodríguez, entre otros); sin embargo, hay en todos estos llamados un tufillo a la visión pragmática de la posmodernidad, donde los valores éticos valen muy poco, y los beneficios inmediatos son los que cuentan. Por eso, López Obrador es capaz de aliarse con Camacho, Núñez, A. Anaya, Delgado, Ebrard, todos ellos operadores de primera línea en el gobierno de Salinas de Gortari (pensar que estos hombres han hecho un examen de consciencia, es poco más que inocente, ya que varios de ellos deberían estar en la cárcel y no al lado de las causas de izquierda). Este cuestionamiento no es un llamado a no concordar con López o incluso no votar por sus cuadros, sino más bien pretender ser sólo un indicio de la calidad moral de nuestra vida política nacional.
En los términos de esta visión pragmática, es evidente que hay que votar por el PRD, el PT y Convergencia, intentando que PAN y PRI no se apoderen de la ciudad de México, específicamente, pero también pensando en términos de legislación federal en los próximos seis años. Sin embargo, como es posible verlo en el Distrito Federal en temas como la industria de la construcción y la distribución de recursos electorales, o siendo un poco más incisivo, en la distribución de los recursos oscuros que generan las penitenciarías, esos partidos están tan comprometidos con los dueños de este país, que los pequeños cambios que pudieran ocasionar con su labor legislativa, por ejemplo, valen muy poco, sobre todo si se les compara con los cambios estructurales que el país necesita y que ningún partido o movimiento actual sería capaz de llevar a cabo, no sólo por su pequeñez ideológica sino por su inmundicia moral. Eso de darles la oportunidad, suena a diálogo entre niños; todos los partidos han demostrado (en la ley de derechos indígenas, en la ley televisa, en la reforma energética, en la ley monsanto, por mencionar las más importantes) que saben alinearse ante los intereses de los que en verdad mandan.

Por otro lado, las instituciones electorales han evidenciado ampliamente su inutilidad, desde la elección de 2006 (y mucho antes ya, con sus antecesoras) hasta el tema de Iztapalapa, pasando por una larga serie de irregularidades en cualquier nivel de elección. Esas mismas instituciones son las que están llamando a votar conciensudamente, a pensarle, y llevar a cabo una obligación ciudadana, donde la ciudadanía no la tiene nadie. El caso de López Obrador es más extraño, está llamando a votar aun cuando en 2006 ninguna institución electoral ni judicial respectó el mandato popular. ¿Será él capaz de movilizar más agresivamente a sus seguidores o volverá a especular sobre un nuevo intento en 2012?

Finalmente, pienso que no es válido llamar a la gente a no votar, por eso yo no trato de convencer a nadie de no hacerlo. Aclaro aquí que el llamado a anular el voto es mucho más perverso que el llamado a no votar de plano, además de ser más útil en términos de porcentajes en la repartición de los escaños plurinominales y las constancias de mayoría absoluta, o incluso para lograr la mayoría relativa. Tanto llamar a votar como a no hacerlo, pensando que es el único quehacer político posible es absurdo y anquilosante. En cualquier caso, ejercer el voto tiene que ser una acción mínima frente a una actitud y una acción política permanente. Si nuevas maneras de organización emergen, si la sociedad muestra que en realidad desea transformarse, las elecciones serán relegadas a un nivel secundario en nuestras vidas políticas.

2 comentarios:

  1. Anónimo11:59 a.m.

    mi estimado "larmamàs", comparto la vision acerca de lo insignificante que es en si un voto; Mi pregunta es: a que llama usted una "actitud y accion politica permanente!?!
    Que se necesita para identificar que la sociedad mexicana desea "realmente" transformarse??
    De antemano gracias por su atencion.

    ResponderBorrar
  2. No sé por qué me llama estimado, si ni lo conozco y sólo se identifica como anónimo.

    Yo llamo actitud y acción política permanente al ejercicio crítico, al análisis informado, a la investigación, al vegetarianismo, a la solidaridad, a la comunicación, a la conciencia de las contradicciones propias y un esfuerzo por hacerlas a un lado. Evidentemente, la propia acción política cada uno la decide según sus circunstancias y capacidades, además de su voluntad.
    Por otra parte, para identificar el deseo real de transformación en una sociedad se requiere, en primer lugar, información e inteligencia. Y no sé de dónde saca usted, anónimo, que sea una necesidad la identificación de tal deseo. Es un juicio que, con los pocos recursos a la mano, me aventuré a hacer y me atrevo a sostener.
    Evidentemente argumentaría más cosas en favor de tal juicio, si de un debate se tratara. Pero no lo haría con un ironizador de tan poca monta, señor anónimo.

    ResponderBorrar