Cuando los primeros miles de muertos derivados de la guerra contra el narcotráfico comenzaron a ser noticia, hubo un breve debate acerca de si México era un Estado fallido. Los intelectuales y periodistas (sic) apegados a los designios del gobierno cerraron filas en torno a este tema y siguieron el mandato oficial. México no puede ser un Estado fallido pues si asomamos la cabeza por la ventana y más allá de nuestros barrios las cosas funcionan fue el argumento principal. Se dijo también que México es un país de grandes instituciones, más allá de que no se hablara de la precaria situación de esas grandes instituciones, no se reparó tampoco en que México no es como se quiere hacer pasar en el modelo cultural de los medios de comunicación una nación de clase medieros y clase alta. Muy por el contrario los últimos informes de organismos nacionales e internacionales en materia económica hablan de que en México hay cerca de 60 millones de pobres y de estos casi la mitad en extrema pobreza, si consideramos que el último censo de población arrojó que somos 118 millones de habitantes más de la mitad vive en pobreza.
Una primera pista que nos lleva a afirmar que vivimos en un Estado fallido sería esta escalofriante cifra. Pero otra la más en boga en estos días es la que se refiera a los cuarenta mil muertos en cinco años de funesto gobierno panista.
La teoría clásica en la que se sustentan los Estado-nación actuales parte de la concepción –que no comparto- de que el hombre es malo en sí mismo, así en un imaginario estado primigenio de naturaleza el hombre no hacía más que hacerse daño, robarse, agredirse, por ello fue necesaria la figura del Estado, un ente de mayor envergadura que mediara en los conflictos interpersonales, dice Hobbes que el hombre cede en libertad individual por seguridad colectiva. Otro punto en contra para nuestro actual mandatario (que en efecto sólo manda).
La evolución de los estado-nación una vez conformados bajo esta tónica es un camino largo, que va del Estado benefactor al Estado “mínimo” neoliberal. En todas sus concepciones las diferencias se ignoran para formar la idea de Estado homogéneo. México de ser en los hechos un mosaico pluricultural en sus leyes es de habla hispana, con una sola forma de organización política y un modelo cultural hegemónico.
La crisis del Estado no es nueva, su gen de falibilidad lo hace estar hoy día en su mayor sisma desde su origen, no sólo en México sino en otros países que se han visto obligados a reconocer que son plurinacionales, eso sin embargo no les garantiza la falacia de que ese ente supremo debe otórgales vivienda y actividad laboral, además de otros satisfactores como educación y recreación. Dicho sea de paso que la educación y la recreación son reforzadores del modelo estatal hegemónico, cuando no quieren pasar como atractivos turísticos folklóricos.
Por ello hoy asistimos al derrumbe del Estado. El levantamiento zapatista de 1994 y su posterior declaración de autonomía es el ejemplo más visible, pero otros tantos se han desprendido derivados del acoso de organizaciones criminales hacia comunidades indígenas y rurales en Guerrero, Oaxaca y Michoacán. Así lo demuestra la policía comunitaria en Guerrero, la actual organización de los pueblos purépechas de Michoacán que han cerrado los accesos a sus comunidades para defenderse de los tala montes que trabajan en contubernio con narcotraficantes.
El caso de Oaxaca merece atención aparte, pues si su organización estuvo a punto de tumbar un gobernador en 2006, este sólo se mantuvo ante la presión del gobierno Federal que sabía su origen espurio y de haber caído el local se abría una amplia puerta a que callera el federal. Sin embargo hoy el pueblo San José del Progreso leyendo la reciente experiencias de las minas en Coahuila y la no tan fresca de Pasta de Conchos, han decidido tomar y exigir el cierra de la mina La Trinidad no sólo declarando que sus condiciones de trabajo son pésimas y ponen en peligro la vida de las personas que allí laboran, sino que la empresa méxico-canadiense que allí trabaja explota los recursos naturales de la región sin dejar beneficios a la comunidad y muy por el contrario está devastando el ecosistema y poniendo en peligro la vida y culturas de las comunidades aledañas.
Con esto queda demostrado nuevamente que cualquier Estado que asume una postura neoliberal carece de autonomía y autodeliberación, pues las leyes de los estados son doblegadas para el beneficio de las empresas inversoras/invasoras.
Por último está la marcha por la paz con dignidad y justicia que arrancó hace dos días desde Cuernavaca, Morelos –del náhuatl Cuauhnáhuac, junto a los árboles- que bien podría ser el embrión de una organización civil que en búsqueda de la seguridad nacional que el gobierno Federal no proporciona.
Ante el Estado fallido, la organización social-popular es el camino a la autonomía.
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