A Kamyla
Para llegar a San Cristóbal Ecatepec se debe tomar un camión dirección a ese pueblo comido por la ciudad desde el metro Indios Verdes. Muy cerca del Palacio Municipal está el mercado de juguetes de los Reyes Magos, lugar casi mágico para la tradición judeo-cristiana.
La actividad en la plaza que rodea a la iglesia del lugar es constante durante la temporada navideña, mejor conocido por algunos como el maratón guadalupe-reyes, sin embargo la noche del cinco y la madrugada del seis de enero se intensifica.
Se puede comentar adicionalmente que durante el transcurso del metro Indios Verdes a San Cristóbal Ecatepec, se atraviesan algunos asentamiento, y peco de inocencia al suponerlos irregulares, pues esto casi se puede asegurar, donde la gente vive en una pobreza impresionante, o como suele llamársele, extrema, habitan casas hechas de lámina y madera a la orilla de un río de aguas hediondas.
El mercado de juguetes corre por la calle de Emilio Carraza a un costado de la iglesia, y se extiende por sus arterias con una longitud de unos tres kilómetros aproximadamente, juguetes hay de todo tipo, predominando los de manufactura china, que son por cierto ruidosos y exagerados en luces, se observan carros de madera, plásticos, eléctricos, de control remoto, muñecas de muy diversas variedad, peluches, pistas para autos, ropa, y un sin fin de etcéteras.
Para poder vender en este mercado sumamente concurrido durante el día y más aún durante la noche, hay que ponerse a mano con las autodenominadas autoridades del lugar, supuestos líderes que cobran veinticinco pesos por metro cuadrado de suelo. Todos los juguetes que ahí hay participan del comercio informal y la inmensa mayoría lo hacen también de la falluca.
Y es en este ambiente donde los Reyes Magos haciendo un gran esfuerzo económico aparecen regateando los precios, llevando a sus hijos, no así la mayoría, para que vean y seleccionen los juguetes que al día siguiente han de aparecer a los pies de los árboles de navidad invitados por una carta que pende de un globo y que se pierde en el cielo o por la misiva que pernocta en un zapato, el infante selecciona el juguete y luego padre o madre se adelantan con él mientras que el que se queda realiza la compra.
En promedio los vendedores pagan cien pesos por el lugar de venta, y de esta cuota no se salvan ni los que venden andando pues a ellos se les cobra el peaje de veinticinco pesos.
La afluencia mayor de compradores se da al anochecer, cuando el frío comienza a sentirse y las luces amarillas, verdes y rojas típicas de la temporada se encienden; la iglesia del lugar da comienzo a su festejo lanzando cohetones que sorprenden a más de uno y le provocan un sobresalto para que luego salga una pequeña peregrinación del templo.
Entrada la madrugada hay que recoger la mercancía, los que lo hacen primero comienza a eso de las dos de la mañana, otra gran parte lo hace a las tres. Las luces se apagan y la música se calla, los Reyes Magos son cada vez menos y con menos dinero, la calle queda sucia de cartones, bolsas de plástico y envolturas de juguetes.
Los juguetes están en casa.
Por la mañana al ver la sonrisa y la emoción de mi sobrina se me ha ocurrido escribir esto y contarle la historia del ayudante de Rey Mago, que pasa la noche y la madrugada en un lugar lejano recibiendo la lluvia de globos de colores, leyendo y atendiendo las cartas de todos los niños que han pedido un regalo en estas fechas, buscando el juguete requerido entre montañas de juguetes y entregándolos en las manos de los Reyes Magos que los llevaran a las respectivas casas.
La actividad en la plaza que rodea a la iglesia del lugar es constante durante la temporada navideña, mejor conocido por algunos como el maratón guadalupe-reyes, sin embargo la noche del cinco y la madrugada del seis de enero se intensifica.
Se puede comentar adicionalmente que durante el transcurso del metro Indios Verdes a San Cristóbal Ecatepec, se atraviesan algunos asentamiento, y peco de inocencia al suponerlos irregulares, pues esto casi se puede asegurar, donde la gente vive en una pobreza impresionante, o como suele llamársele, extrema, habitan casas hechas de lámina y madera a la orilla de un río de aguas hediondas.
El mercado de juguetes corre por la calle de Emilio Carraza a un costado de la iglesia, y se extiende por sus arterias con una longitud de unos tres kilómetros aproximadamente, juguetes hay de todo tipo, predominando los de manufactura china, que son por cierto ruidosos y exagerados en luces, se observan carros de madera, plásticos, eléctricos, de control remoto, muñecas de muy diversas variedad, peluches, pistas para autos, ropa, y un sin fin de etcéteras.
Para poder vender en este mercado sumamente concurrido durante el día y más aún durante la noche, hay que ponerse a mano con las autodenominadas autoridades del lugar, supuestos líderes que cobran veinticinco pesos por metro cuadrado de suelo. Todos los juguetes que ahí hay participan del comercio informal y la inmensa mayoría lo hacen también de la falluca.
Y es en este ambiente donde los Reyes Magos haciendo un gran esfuerzo económico aparecen regateando los precios, llevando a sus hijos, no así la mayoría, para que vean y seleccionen los juguetes que al día siguiente han de aparecer a los pies de los árboles de navidad invitados por una carta que pende de un globo y que se pierde en el cielo o por la misiva que pernocta en un zapato, el infante selecciona el juguete y luego padre o madre se adelantan con él mientras que el que se queda realiza la compra.
En promedio los vendedores pagan cien pesos por el lugar de venta, y de esta cuota no se salvan ni los que venden andando pues a ellos se les cobra el peaje de veinticinco pesos.
La afluencia mayor de compradores se da al anochecer, cuando el frío comienza a sentirse y las luces amarillas, verdes y rojas típicas de la temporada se encienden; la iglesia del lugar da comienzo a su festejo lanzando cohetones que sorprenden a más de uno y le provocan un sobresalto para que luego salga una pequeña peregrinación del templo.
Entrada la madrugada hay que recoger la mercancía, los que lo hacen primero comienza a eso de las dos de la mañana, otra gran parte lo hace a las tres. Las luces se apagan y la música se calla, los Reyes Magos son cada vez menos y con menos dinero, la calle queda sucia de cartones, bolsas de plástico y envolturas de juguetes.
Los juguetes están en casa.
Por la mañana al ver la sonrisa y la emoción de mi sobrina se me ha ocurrido escribir esto y contarle la historia del ayudante de Rey Mago, que pasa la noche y la madrugada en un lugar lejano recibiendo la lluvia de globos de colores, leyendo y atendiendo las cartas de todos los niños que han pedido un regalo en estas fechas, buscando el juguete requerido entre montañas de juguetes y entregándolos en las manos de los Reyes Magos que los llevaran a las respectivas casas.
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