domingo, 17 de enero de 2010

AVATAR, el final feliz que la vida nunca dará





El argumento de este film puesto de moda hoy día por Hollywood, es un burdo descaro que muestra la relación que el capitalismo ha entablado con la naturaleza, esto es, una postura de explotación, control y dominación sobre ella, en aras de un mayor e incontenible deseo de comodidad y consumo por parte de un grupo muy bien definido de la humanidad.
La trama presenta sin empachos a una naturaleza salvaje que se opone por antonomasia al desarrollo económico capitalista, es la distinción peyorativa que el hombre medida de todas las cosas, impuso entre civilización y barbarie, lo bárbaro es aquello que no sucumbe ante el poder transformador de la economía; como la naturaleza o los hombres que no trepados en el bólido tren del desarrollo económico capitalista, establecen relaciones más sensatas entre humanos y con otras especies.
AVATAR en sí misma contiene el mundo tal como lo entienden los inversionistas, retratando sin pudor alguno la codicia y el hambre de dinero que permite a un empresario aniquilar recursos naturales invaluables y no renovables, llevándose entre las patas a las comunidades que subsisten en su seno. La guerra, o mejor dicho el ataque sin pretexto ni declaratoria, clásica estrategia estadounidense, comienza por un “mineral” de precio altísimo en el mercado. Este mineral, por si fuera poco, se encuentra en grandes cantidades justo en el subsuelo que sostiene al “árbol de la vida”, núcleo central de la organización de los Na´vi, quienes en una frecuencia distinta de desarrollo, establecen relaciones comunicativas y de cooperación con la flora y la fauna que les rodea.
Entre sus múltiples y descarados lugares comunes, no dejan de asomar mensajes de adoctrinamiento, como cuando el protagonista, ahora parapléjico por un enfrentamiento bélico es reconocido por su valentía en la cruenta batalla de Venezuela, ese ha sido un paso duro, le reconocen, pero nada como lo que estás a punto de afrontar.
Para terminar este breve comentario trasnochado sobre Avatar, cabe decir que el final que acompaña al film, feliz como él solo, no se avizora ni de cerca creíble. El día que la naturaleza gane sobre la civilización capitalista, en esa fecha estos films dejarán de existir, pues las relaciones entre seres humanos no estarán medidas por el valor comercial de su trabajo o de su cuerpo, luego entonces la relación que estos posibles nuevos hombres entablen con la naturaleza serán de carácter distinto; pues no habrán trasladado su razón productivista a las huestes de la naturaleza, que por mucho la desconocen.

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