El pueblo boliviano desde hace décadas ha sufrido el ataque del neoliberalismo que busca despojarle de sus bienes y recursos naturales, no es casual que un pueblo en el que más de 60% de la población se autopercibe como indígena tenga una especial relación con la tierra y con lo que esta ofrece a la especie humana para sobrevivir. Ellos le llaman la Pacha Mama, la madre tierra y con esto hacen alusión a algo que es más grande o anterior (real o sentimentalmente) que el ser humano. Derrumbando así unas de las tesis de la modernidad-capitalista, el humanismo. El hombre como centro del universo.
En este sentido los esfuerzos que han hecho las naciones de Bolivia y Ecuador principalmente, pero a quienes se le han sumado los países integrantes de la ALBA por reconocer los derechos de la (madre) tierra resulta un ejemplo significativo para poner un alto a esa disposición irresponsable de cuanto recurso ofrece el mundo, pues ya se ha dicho que la lógica del capitalismo no es sólo la del consumo, sino la del consumo en exceso, la del desear más de lo que está al alcance, la de la acumulación sin miramientos hacia la fuente de los recursos o hacia el resto de los posibles destinatarios. Es entonces que se entiende que la crisis del capitalismo no es una crisis de escases como se suele plantear, sino una crisis de acumulación y distribución.
La pieza clave de este comentario es Venezuela y su presidente, pero también Bolivia y su presidente, quienes en su lucha por el establecimiento del socialismo (del siglo XXI) están dando la batalla por que se respeten los derechos de la tierra, por que exista una relación más armoniosa y equitativa con ella. La dificultad muchas veces es la congruencia con el entendimiento de estos preceptos, respetar los derechos de la (madre) tierra no es una concesión o un afortunado logro hippie como muchos lo entienden, es un alto categórico al capitalismo, que ha permeado nuestro pensamiento y acciones; para corroborar esto falta echar un vistazo a nuestro alrededor y a nuestro interior, qué tipo de relaciones establecemos con nuestros cercanos, qué cosas consumimos a diario, qué comemos, de qué nos enfermamos y cómo nos curamos.
El problema la mayoría de las veces es el de la acción ¿de qué nos sirve conocer los procesos y los daños colaterales si no actuamos en consecuencia? Es parte de nuestro humanismo mal entendido, queremos que las cosas la haga alguien más por nosotros, no queremos esforzarnos.
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