domingo, 12 de diciembre de 2010

La Fábula del Chango





Esta es la fábula de un hombre que quiso vivir la fantasía del bienestar en medio de la insanidad. Y aún siendo él tan insano, se metió en un lugar verde, húmedo, vivo. La fantasía siempre trastabilló porque nadie nunca puede escindirse de su propia realidad; es más, esa fantasía se quebró totalmente cuando la realidad llegó a ese lugar verde, armonioso en su fachada.
A la casa fantástica de ese hombre, llegó otro hombre que no tenía fantasía de bienestar, sino que tenía la fantasía de extender, de imponer su malestar, sus formas torcidas de vivir. Se desató entonces una lucha desigual, donde por un lado la racionalidad, la reflexión, y por otro la irracionalidad, la acción irreflexiva, la acción automática y dictada.

La fábula literaria entraña una enseñanza moral o moraleja, aunque siempre se usan animales u objetos, supongo que para lograr un distanciamiento objetivo de la historia y que su precepto moral sea más claro y efectivo. Así se hace evidente que lo que escribí no es una fábula en ese sentido, pero podría seguir siéndolo en sentido artistotélico, si planteamos la fábula como la estructuración de acciones con desenlace trágico.

Evidentemente, en la fábula narrada no hay un desenlace trágico, sólo está presente mi malestar ante la estupidez humana, la imposibilidad de resolver los conflictos interpersonales de manera conjunta y cordial, la agresividad sin sentido, la falta de responsabilidad ante los propios actos. Por ello, mi primer impulso sería aceptar que, en efecto, mi vecino tiene algún tipo de retraso mental y que simplemente es estúpido. Sin embargo, mirando con más detenimiento me di cuenta que nuestra relación y, sobre todo, su actitud cotidiana no es más que el reflejo de todo un ideario social, masivo y hegemónico. Es aquí donde vuelve la fábula, la tragedia de la vida en el capitalismo.

En este ejercicio, quisiera superar la fase simplista de la moraleja, de mi propia presunción de superioridad moral ante un tipo detestable en bastantes sentidos. Lo interesante sería precisamente llegar a ese sustrato en el que las actitudes individuales son el mecanismo en que parte de la contradicción social se reproduce y se perpetúa.

Sigamos con la fábula, pues. El personaje en cuestión se presenta a sí mismo como “el chango”. Creo que esto ya es bastante indicativo de un acto de autoreconocimiento.

Bueno, el chango se presenta también como budista. Aquí otro síntoma de la esquizofrenia de nuestro tiempo, un tipo de mirada y gesticulación agresiva que se proclama budista. Al cabo de los días, se muestra como un tipo al que le gusta enunciar sus dones, su conocimiento, su experiencia y que da muchos consejos, que se muestra amable e interesado por los problemas e intereses de uno pero sobre todo, los planes suyos y de los otros; además de ser este tipo bonachón, es también alguien que da órdenes a los demás, que se esfuerza por imponer conductas (especialmente ante varias personas, cuando es más visible), que se empodera ante las mujeres; sin embargo, otra enunciación suya es la que muestra la postura discursiva de los poderosos, que se muestran a favor de los valores humanos, de la bondad, de la filantropía, de la esencia absoluta del espíritu. El chango, poco tiempo después de decirse budista, en una reunión de vecinos nos dice que planea comprarse una pistola “porque la cosa se está poniendo muy cabrona”.
¿Acaso no Obama recibió el nobel de la paz el mismo momento en que enviaba 30 mil efectivos a Afganistán? ¿No es Calderón el que ofreció el seguro popular a todos los niños que nacieran en su gobierno, y no es él mismo quien lleva a cabo, tan implacablemente, su “guerra contra el narco”? ¿No Marcelo Ebrard gobierna la ciudad “con ángel”y expropia cientos de predios por medio de la violencia policiaca? ¿No en nuestra ciudad la publicidad vende valores humanos como la solidaridad, el compromiso con el medio ambiente, no son las televisoras las mayores impulsoras de la filantropía mientras impiden el acceso ciudadano a los medios de comunicación?

¿No es precisamente el narrador de la fábula también presa y responsable de sus propios actos e ideas? ¿En qué medida todos, yo mismo, soy responsable como ser humano, social y en cuál otra soy, somos cínicos ante lo errado de nuestras conductas cotidianas?

En otra ocasión, el chango me escribe un mensaje en el que me amenaza porque no le bajo al baño cuando orino. Me amenaza con que es la última vez que me pide que cada vez expulse el agua (no importa si se le explica que es absurdo tirar 6 litros de agua por menos del 100 ml de orina, su condicionamiento es otro). Cuando su exabrupto es evidenciado ante incluso ante él mismo, es él quien convoca a una reunión. En ella se posiciona como el mediador, como el que pacificador, como si otro y no él, fuera el agresor. Aquí encuentro otra vez una imagen clara de las prácticas del poder político e ideológico; siempre en las disputas de los pueblos autóctonos, por ejemplo, contra el gobierno (el Estado) que es siempre el agresor pero es también el que utiliza todos los medios posibles para convencer a la sociedad de que los violentos son otros, los que protestan, los que se inconforman, los que se defienden. No hay más que mirar aquellos primeros días del alzamiento zapatista en 94, o el discurso del gobierno chileno ante la resistencia mapuche, o la actitud gubernamental ante las protestas estudiantiles de 99.

O en el pesero, donde si reclamas por tu seguridad o por tu comodidad, el agresivo es uno y hasta las señoras defienden al pobre conductor.

En otro momento, el chango me explica que el Che Guevara planteó que sólo “la sociedad civil” podría transformar la realidad. Además de lo cómico de la explicación, me parece sumamente perverso el mecanismo por el que la ideología capitalista pervierte y se apropia de sus enemigos. Es decir, el Che Guevara nunca plantearía algo así porque era marxista, y en la teoría marxista (mucho menos en la leninista), no existe tal cosa como la sociedad civil. Lo que existe es la sociedad humana, dividida en clases sociales con interes opuestos; pero eso no importa, lo que implica la perversión del pensamiento del Che es hacerlo inofensivo, inocuo.

Ya en términos más literarios, me gustaría enunciar la basura literaria que se apila en el baño que comparto con el chango (otra vez, esto es bastante sintomático de sus hábitos de lectura y de sus procesos de pensamiento). Hay dos libros que me ha sorprendido mucho encontrar junto al excusado, uno de ellos es El poder del ahora, una guía para la iluminación espiritual; el otro libro asiduo al retrete común es uno de Deepak Chopra (quien es perpetrador de diarrea mental con título como Escapando de la prisión del intelecto o Creando tu mundo según la manera en que realmente quieres que sea). A este gurú, en el documental inglés Los Enemigos de la Razón, Richard Dawkins (otra perla del pensamiento reaccionario) lo cuestionó sobre uso del término “teoría cuántica”, Chopra dice que sólo lo usaba como una metáfora y no tenía nada que ver con la teoría científica sobre la energía cuántica.

Copra dice que, por ejemplo, las enfermedades pueden curarse simplemente cambiando de consciencia. Y entonces, la clase alta y media del mundo, especialmente la del primer mundo, que tiene acceso a sus patrañas, asumen que incluso aceptando que tienen problemas, simplemente si se cambia de consciencia, el problema desaparacerá. Por eso el chango opta por actuar como si nada ocurriera, como si no tuviera problemas severos de comunicación y socialización, porque si él cambia de conciencia, los problema desaparacen, o por lo menos, los problemas que él genera, ya no son suyos, puede tener tres o cuatro kilos de carne permanentemente en el refrigerador, pueden consumir todos los productos Coca Cola, puede no tener la intención de separar la basura, de limpiar su propio desperdicio, puede todos los días usar su auto, puede querer golpearse con alguien, al primer conflcito verbal, pero lo que único que importa para él mismo es que quiere "iluminarse". Como anécdota, menciono que Chopra, en su calidad de buen hombre, cobra alrededor de 75 mil dólares por conferencia y dice que tiene entre sus seguidores a Madonna y Hillary Clinton, así como lo era el difunto Michael Jackson.

Eson sus hábitos de lectura, esos libros entre otros de cocina, de artes marciales, de deportes, de periódicos como LaRazón, el Reforma, a veces La Jornada y Cancha son parte de su ideario, el que es evidentemente coprófago y contemplativo (también tiene un manual didáctico de Historia de la Pintura, que en la portada tiene a la Monalisa y a la Monroe por Warhol).

Estaría interesante hablar de sus otros hábitos, así como sería también interesante preguntarse sobre los de uno mismo, que yo me preguntara sobre los míos. Ser capaz de mirar no sólo los hábitos intelectuales, culturales, alimenticios, masculinos o femeninos y políticos sino todos y ser también capaz de transformarlos día a día, por más esfuerzo que cueste.

Y ahora finalmente, se me ocurre que de lo que de verdad quiero hablar es de una actitud de vida comprometida y revolucionaria. ¿Cuál es y debe ser entonces el sentido de la revolución?
Según yo, no puede ser individual y sólo individual, sino que tiene que ser un proceso personal y colectivo.

Porque al parecer, si no lo hacemos, la única otra opción que tenemos es ser cínicos ante nuestras propias patrañas.





1 comentario:

  1. Anónimo10:44 a.m.

    Las patrañas cotidianas son una forma de alimentar el circulo vicioso de la misma sociedad que las crea. El chango seguraqmente sigue comodamente en su guarida con su cinismo a flor de piel sin importarle el hecho de ser criticado severamente. Sería bueno que tu y este especimen se vean después de algún tiempo tal vez ya la evolución lo alcance y pueda formar parte de esa humanidad que persigude el sueño y la fantasia de bienestar que los seres sensibles realizan desde sus prácticas cotidianas....sólo hasta ese entonces la fantasía de bienestar podrá ser colectiva y no una realidad trágica.

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