miércoles, 12 de septiembre de 2007

I. Construyendo aquiescencia


La mayoría de los mexicanos, al menos los de las zonas urbanas, aceptamos que Calderón esté ahí, ejerciendo el poder. Lo hacemos asumiendo que lo hace fraudulentamente, o bien, en forma más triste, asegurando que lo hace legítimamente, en cuyo caso se ignora, o no se "cree", que ese sujeto representa -administra- los intereses de una minoría: el fragmento más conservador y reaccionario de la elite económico-política mexicana, que hizo todo lo que estuvo en sus manos para que ganara la presidencia.
Algunos de los que nos ubicamos en el primer conjunto, salimos a manifestar nuestro repudio pacífico al fraude electoral -a todas luces obvio si se emprende una pequeña investigación que vaya más allá de las mentiras que excreta la televisión, siendo el libro de Carlos Tello de los ejemplos más recientes- perpetrado a la democracia burguesa por los más rancios grupos de la elite. La presión civil-pacífica para que hubiera un conteo voto por voto no fue suficiente; el día llegó y Calderón, en una ceremonia totalmente mancillada, asumió la presidencia de la República en cadena nacional. No obstante, las acciones de resistencia y repudio, en mayor o menor grado, han continuado. Pero en lo general, en tanto que no hay canales institucionalizados o de fuerza viables para exigir la renuncia de Calderón -mejor conocido como Fecal, saCal de ron o Felipe el Breve- la gran mayoría, más allá de las acciones que mencionabamos, hemos seguido con nuestras vidas cotidianas, tal vez con algunas nuevas actitudes como la participación en boicots en contra de las empresas que abierta e ilegalmente apoyaron al Breve (Sabritas, Bimbo, Jumex, Pepsi, Coca cola, Gamesa, Bachoco, etc) y/o una mayor participación en las manifestaciones políticas, ya sea directamente relacionadas al fraude, o bien, muestras de apoyo a otras luchas sociales, en última instancia afines, y por cierto más avanzadas, como las de la APPO, Atenco y La Otra.
Quienes votaron por el candidato del PAN, según, poquito más 15 millones de incautos personajes,"eligieron" confiar en el libre mercado (Calderón Dixit). Es decir, eligieron profundizar el actual modelo de acumulación de capital; la forma actual de generar y regenerar el que unos pocos mexicanos y extranjeros se beneficien multimillonariamente mientras que la gran mayoría de los ciudadanos mexicanos ve cada vez más mermada su calidad de vida -lo que incluye destrucción del medio ambiente, pérdida de soberanía, baja remuneración, trabajos alienantes, etc-. Así las cosas, ¿Cómo es entonces que, más allá de la minoría directamente beneficiada con la existencia y el empoderamiento de dicho partido -o sea las elites económicas y la burocracia del partido- tantos mexicanos de la clases media y baja interiorizaron, asumieron como suyo, el discurso panista: la descalificación del contrincante por "populista", fenómeno identificada plenamente a lo negativo, al fracaso, al atraso, etc; y por otro lado, plena confianza en que la inversión extranjera, la apertura al mercado mundial y la competitividad resultarán ser la solución a todos nuestros problemas? ¿Por qué pues, algunos sectores de la clase media y baja del país votaron gustosos por Fecal, creyendo que elegirlo era lo mejor para su futuro como individuos y como mexicanos? Desde mi perspectiva para tratar de comprender, y a la par, transformar esto hay que detenerse a analizar qué son y cómo es que se constituyen los fenómenos que se encuentran detrás de tres palabras: verdad, ideología y hegemonía. En lo que resta de este post me concentraré presentar una aproximación a la definición de la verdad, dejando para otra ocasión la explicación más detallada de lo que son las ideologías y la hegemonía.
En primera instancia debemos entender que la verdad se despliega en varias dimensiones; todas constituyen "lo real". En segunda, hay que reconocer de una vez el hecho de que no podemos pensar la verdad como algo previo a nosotros que está allá afuera, esperando a ser encontrada. Como dice Alain Badiou, la verdad no es una constatación ni un juicio, sino una producción, una creación, una novedad que resulta de un devenir. La objetividad se torna así en un problema más complejo que el mero descubrimiento de estructuras previas y autónomas a nuestra injerencia. Las varias dimensiones sobre la verdad que mencionaba no son sino cuatro. Desde Platón la filosofía distinguió estos posibles campos: producir verdades sobre la realidad objetiva del mundo (las verdades científicas); sobre las apariencias sensibles fabricando otras apariencias (las verdades artísticas); la creación de nuevas figuras sobre la sociedad (las verdades políticas) y la creación de nuevas figuras sobre la relación íntima con los demás (las llamadas verdades amorosas). Retomando esta idea, Badiou sostiene que en la ciencia, el arte, la política y el amor están los grandes procesos de producción de verdad. La constitución de nuevas figuras sociales es el tipo de verdad que aquí nos interesa.
Ahora bien, lo relevante, lo central, respecto de la verdad que se produce radica en el efecto que esta causa en la realidad, por lo tanto, cabe preguntarnos: ¿Cuáles son las condiciones que erigen a un pensamiento como verdad, que lo tornan como la actividad dominante; en nuestro caso, que "El breve" halla sido mejor opción que AMLO, Madrazo o que la no participación en la elección? ¿Cuándo y cómo un pensamiento adquiere realidad a través de la praxis? Desde mi perspectiva, unas herramientas que pueden resultarnos útiles para comenzar a respondernos a tales interrogantes serán los conceptos de ideología y hegemonía; sobre de ellos trataré de dar cuenta en una próxima oportunidad. Por lo pronto aquí les dejo la primer hora de un buen documental que nos puede ofrecer también muchas ideas al respecto de estos temas. Lleva por título "manufacturing consent" y Noam Chomsky es quien expone.

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