Hablemos pues del consumo, pero desde la producción… reproducción y desarrollo de la sociedad. Y hágase, además, desde el conocimiento, crítica y sobre todo transformación de una de las dimensiones de la realidad social, el espacio. Si pensamos al espacio como producto de la relación metabólica entre la sociedad y la naturaleza; y si dentro de esta relación observamos al trabajo humano como el mediador entre uno y otro, podemos dar cuenta de la producción del espacio. Así, la sociedad concreta, pensemos por ahora en la sociedad urbana de la Ciudad de México, produce su propio espacio, y en ésta producción en general están contenidas no solo las formas espaciales de su propia producción, distribución-cambio y consumo (fábricas, carreteras, bodegas, centros comerciales, mercados, etc.) sino también las relaciones sociales que dan contenido a ésta estructura espacial de la producción…
Desde el punto de vista espacial, difícilmente e incluso sólo superficialmente podría considerarse una “sociedad de consumo”. Sólo aparentemente podemos considerar a la ciudad como una concentración de consumidores y al campo como una dispersión de productores. Como hemos dicho del espacio, la ciudad es un producto; el campo es también un producto. Y como tal, la ciudad al igual que el campo, y en general el espacio, son consumidos. Así, la “categoría” de “sociedad de consumo” al abstraer al espacio de su análisis y sólo considerar su temporalidad, sus “etapas”, puede (erróneamente –según creo “desde mi ideología especializada”) pensar en una sociedad de producción para el siglo XIX y una sociedad de consumo para el siglo XX. (¿¿Habrá una sociedad de la distribución para el siglo XXI??)
Ahora bien, desde la ideología del individuo urbano alienado nosotros sólo somos consumidores de mercancías. Pero desde la ideología (?) de la producción del espacio podemos no sólo pensar que de hecho nosotros estamos consumiendo un espacio, sino que además estamos, en el acto, produciendo ese mismo espacio que consumimos.
Al consumir una bolsa de papas Sabritas la relación que se establece sobrepasa al lugar de la compra; a los 6, 7 ó hasta 15 pesos que se pagan al tendero; sobrepasa igualmente a la empresa trasnacional de comida chatarra. Al dotarlas de espacialidad, las relaciones de consumo que se establecen en cualquier lugar de la Ciudad de México se vinculan directamente con las relaciones de producción que ocurren, en este caso, en el valle del Fuerte en Sinaloa o en el valle de Perote en Veracruz. Es por ello que decimos que al consumir una bolsa de papas Sabritas no solamente se está consumiendo una mercancía individual. Se está consumiendo un espacio concreto, el Fuerte o Perote; y al consumirlo, se está al mismo tiempo produciendo ese espacio como un espacio productor de papa para la industrialización de una empresa trasnacional. En definitiva, se está produciendo el espacio del capitalismo tal y como es. Se lo está re-produciendo.
Cada bolsa de papas Sabritas es un símbolo de la producción del valle del Fuerte y de Perote como un espacio capitalista. Y cada consumidor de ese símbolo, al afirmarlo, es un reproductor de ese espacio capitalista.
La pregunta provisional es ¿el consumidor puede elegir la producción? ¿es posible la producción del consumo? ¿podrás comer sólo una?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario