miércoles, 21 de octubre de 2009

LyFC tomar las instalaciones, de lo contrario la lucha está perdida

“Vislumbrar la tierra, las fábricas y los asentamientos
como espacios en los que producir sin patrones ni capataces,
donde promover relaciones igualitarias y horizontales
con escasa división del trabajo,
asentadas por lo tanto en nuevas relaciones técnicas de producción,
que no generen alienación ni sean depredadoras del medio ambiente”
Raúl Zibechi


La negociación entre en SME y la Secretaría de Gobernación está acabada, como era de esperarse el “líder” y representante del SME se levantó de la mesa de diálogo, la cual no anticipaba buenos resultados pues la postura por parte del gobierno estaba tomada, de lo contrario no se habría recurrido al agandalle del fin de semana pasado, sí se hubiera buscando una solución dialogada a la orillada deplorable situación de los electricistas del centro, no habría sido necesaria la toma de las instalaciones de dicha empresa paraestatal.

Se ha dicho de manera correcta que la violencia no puede más que producir más violencia y parece que ese es el camino que el Gobierno Federal y su nefasto e ilegítimo representante procura y busca para la población nacional, por ello resulta necesario para que la crisis de los electricistas del centro del país llegue a buen puerto y logre su objetivo central, que se les regrese su trabajo, las manifestaciones pasan de ser lo que ya hemos visto en México desde hace más de 40 años, con sus diversos desenlaces; las marchas no son ya suficientes para un gobierno que su mofa de los ciudadanos, pues una vez que se apropiaron por la vía del fraude de la presidencia de la república resulta por demás ingenuo que no van a ceder ante un tipo de propuesta y manifestación que en nada toca a sus intereses.
La maniatada “vía pacífica” que propuso AMLO para su movimiento y propone hoy día Martín Esparza están agotadas, no han dado ni darán resultado alguno ante un gobierno que apenas se hizo del poder burlando la ya de por sí gastada y mal entendida voluntad popular, sacó los militares a la calle, con el argumento urgido de ganar legitimidad atacó a la economía más fuerte del país: el narcotráfico (que por cierto no paga impuestos)
Las cifras en la lucha contra el narco son escandalosas y espeluznantes, pues al día mueren en México un promedio de 5 narcotraficantes y un soldado. Este ambiente caótico al cual se orilla a la nación, la pone en vilo, no se sabe ya más por donde vendrá otro ataque y cuál es el punto final de este arrebatado proyecto neoliberal.
Sirva este descontextualizado comentario para dar continuidad al argumento y de paso contextualizarlo; Felipe Calderón ha abierto dos francos de lucha que a la larga le resultaran insostenibles, uno es el ya mencionado (narcotráfico) y el otro es la lucha frontal contra el pueblo de México, el cual no sólo se apoya sino que ya es apoyado por el primer frente de lucha, según dice una muy breve y escondida nota del periódico Milenio del día miércoles 14 de octubre, la nota es de la autoría de Rubén Mosso, si es que esa persona existe y lleva como título: “
Aparecen narcomantas frente al edificio del LyFC”, aquella reseña que fueron dos cartulinas y una manta lo encontrado y los mensajes son los siguientes: “Chapo Guzmán ayúdanos, dale en la madre a Felipe Calderón”, “Calderón llegaste como ladrón de noche!!! eres un cobarde”, “Los Z y la F.M en apoyo del pueblo de México… Muera Calderón”. Ante estas manifestaciones de “apoyo” y “solidaridad” con los trabajadores del SME y con el pueblo de México, no queda más que decir “aquí se ve la fuerza del SME” o el repudio a Calderón.

Esto sólo viene a refrendar que la lucha por la vía de los movimientos pacíficos que se quedan en marchas, pintas y mantas y que mal gastan y decepcionan el apoyo que logran generar de la sociedad son un camino agotado ante un gobierno que burla y pisotea a sus ciudadanos. Por ello sólo puedo observar que la solución está en desviar el camino y la ruta de la marcha, que los miles de pies y manos tomen dirección a sus centros de trabajo, con el apoyo y respaldo de la sociedad, que no permitan que continúe el desmantelamiento de su vida y su trabajo.

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