Las telenovelas como cualquier otro producto de la sociedad reflejan a la vez que influyen en la realidad en que se inscriben. Digamos que al ver una telenovela tenemos ante nosotros un objeto, que como el “espacio geográfico” según Milton Santos, es un contenedor-contenido. Así, las telenovelas como producto concreto de relaciones sociales concretas, en este caso de la sociedad mexicana: 1) están contenidas en la sociedad pero también 2) la sociedad mexicana está contenida en y por las telenovelas.
1) Las telenovelas encontraron en México un “terreno fértil para florecer” debido al fuerte vínculo económico y político[1] que desde el principio existió entre el Estado mexicano y la empresa a la que otorgó la concesión de las transmisiones: Televicentro, antecedente directo de la actual Televisa; para más información ver el “desacuerdo sobre la neutralidad en el punto de vista” en Wikipedia, donde se lee: “El actual logotipo representa el ojo del hombre que observa al mundo a través de la pantalla de la televisión.”
2) El logotipo de la “mayor productora de contenidos en español” refleja muy bien el punto: detrás de 8 o 10 rayas/rejas que simbolizan a la televisión, está la sociedad mirando al mundo. Es claro que las telenovelas contienen a la sociedad; en todo el sentido del término: la televisión contiene, detiene, conforma e incluso deforma a la sociedad.
[No se claven, solo vean 20 segundos]
Contener, es el servicio que siempre ha prestado la televisión al Estado mexicano, por eso mismo la batalla por democratizar al país también ha sido peleada en este “espacio”; en 1968 nace Televisión Independiente de México; pero en 1973 es subsumida por Televisa. En 1985 ocurre lo mismo con Imevisión (Instituto Mexicano de la Televisión) el cual desde 1993 se convierte en una empresa competitiva, o competidora. (Al respecto ver “la telenovela” de la salida de José Ramón Fernández de TV Azteca, y su mejor capítulo, cuando “puso un pié” en Televisa para hablar de fútbol junto con Carlos Monsivais, “el papelazo” que hizo éste y el que hace Denisse Merker, quien a pesar de todo le da al punto. “No somos perdedores por naturaleza” dice Javier Alarcón).
http://www.youtube.com/watch?v=k3B5t9r-h6g&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=2F1pjcnc-xE&feature=channel
Con estos videos podemos sintetizar los puntos 1 y 2 y mostrar a las telenovelas como contenedor-contenido de la sociedad. La televisión y las telenovelas están contenidas en la sociedad, y por tanto reflejan lo que ésta sociedad es; y por eso mismo, deben contenerla.
Desde la década de los 60’s las telenovelas están ahí para deprimir a la sociedad. 1967 es el año en que más telenovelas se producen en el país: 33. En los 70’s con una sociedad “tranquila” la producción disminuye a 5 o 6 por año, pero la cosa cambia en los 80’s. En 1985 cuando la “sociedad civil” dio visos de autogestión al enfrentar la incapacidad del gobierno para enfrentar el terremoto[2]… (buscar el artículo de Carlos Monsivais al respecto y recordar también el “papel” de Jacobo Zabludovsky en el asunto:
)
…desde 1985 las telenovelas experimentan un boom ya no tanto en cantidad sino en cuanto a calidad; diversifican su público y extienden la audiencia; los contenidos comienzan a cambiar, aunque resulta más notorio el esfuerzo por mejorar la forma: 1985 se filma Cuna de Lobos, una de las telenovelas más memorables, más vistas; en 1987 triunfa el modelo de Rosa Salvaje el cual fortalece la historia de cenicienta, historia que junto con Thalía comienza a exportarse en 1992. Desde entonces el escenario de la misma historia de amor sólo fue mudando de la casa, a la escuela; del centro comercial, a las oficinas del consorcio trasnacional.
En 1996-97 existe un esfuerzo por transformar forma y contenido con telenovelas como Nada Personal y Mirada de Mujer donde se abandona por un instante el eterno tema de cenicienta para enfocar el estado de las relaciones personales en el sector de la población que se cree, representa mejor los intereses generales: la pequeña burguesía.
Más adelante, ya con el género globalizado, desde Colombia llega Café con aroma de mujer para empatar la “nueva” forma de hacer telenovelas con el clásico contenido de cenicienta: la recolectora de café y el heredero de la exportadora se enamoran, pero para estar juntos ella debe escalar todos los peldaños laborales y sociales que los separan. Ya por último, en 2008 nuevamente Argos explora la posibilidad de transformar contenidos sin modificar esencialmente la forma: Deseo Prohibido.
La telenovela me llama la atención pues comienza con un proceso de acumulación originaria, o como dice David Harvey, acumulación por desposesión. Los primeros capítulos exploran la forma en que una inmobiliaria engaña a un pueblo de pescadores para vender sus tierras aún contra su voluntad. Aquí, la telenovela busca desmontar el proceso “idílico” que la burguesía (desde Adam Smith) remonta a los orígenes de la sociedad capitalista[3]; La injusticia del proceso, insoportable para la burguesía progresista del país, se convierte en el motor de la historia: Ana Serradilla, oriunda de Playa Edén (el paraíso perdido) regresa de la ciudad para organizar la resistencia. De la ciudad también llega Sebastián Valle Ocampo para organizar la venta “legal” de los terrenos. Se conocen y se enamoran. Punto de encuentro entre facciones progresistas de la burguesía.
Su amor sin embargo se ve entorpecido por el abuelo, Julian Ocampo dueño de la inmobiliaria, representante de la facción obsoleta del capitalismo; acostumbrado a métodos ‘arcaicos’ de acumulación capitalista; hiper-explotación humana. En términos políticos y locales vemos aquí al clásico empresario priísta cuya mejor expresión es el rey de la mezclilla: Kamel Nassif., o su amigo Succar Kuri. La historia que se desarrolla entre éste y Lidia Cacho es simplemente trasladada a esta telenovela. En términos económicos y globales este personaje recuerda a Bernard Madoff, representante también de una facción obsoleta para el capitalismo; la facción neoliberal, desplazada junto con la familia Bush y el capitalismo “enfermo” del petróleo y las guerras en Irak por la administración de Obama.
Sebastián, heredero del capitalismo arcaico, representante de la burguesía del país, tiene en sus manos la decisión de trascender su propia condición de clase y vivir con Ana Serradilla para siempre. Pero bien lo saben todos, la burguesía es en sí misma una clase imperfecta, incapaz de trascender sus intereses egoístas y representar a toda la humanidad; esa es una tarea que el Manifiesto del PC reserva a la clase trabajadora. Lo más que puede hacer esta clase de rufianes es sublimarse vía el arte (Freud, Marcuse); y así precisamente termina Maria Luisa, madre de Sebastián e hija de Julián Ocampo.
Sebastián termina envenenado por su esposa, a quien no ama; traicionado por su mejor amigo, quien lo envidia; y esquizofrénico pues se sabe culpable de su desgracia. Pero los escritores de la telenovela expresan de manera más clara el destino final de la burguesía y del capitalismo salvaje en el final de Julián Ocampo: síndrome de Crest, el sistema inmune se vuelca hacia su cuerpo como una gran enfermedad; su propio cuerpo se autodestruye.
Sin embargo el origen de los escritores es muy claro. Y su destino es previsible. Tienen buenas intenciones, son solidarios e incluso activistas. En otra entrega echaremos un ojo a su producción. E incluso será bueno conocerlos. Pero hacen falta más que “muchas ganas” para que el capitalismo sea superado. En la telenovela uno de los principales cómplices del abuelo, que también es el mejor amigo de Sebastián, logra arrebatar al viejo un millón de dólares y tras ser asesinado la fortuna es transmitida a su joven hermano. Así, ese capitalismo arcaico, malo, que tanto asusta a la burguesía progresista y del cual debe deshacerse si ella misma quiere sobrevivir, finalmente ha heredado una buena base desde la cual esta burguesía “buena onda” puede desarrollarse.
Ello es claro cuando vemos el desenlace de la familia de Sebastián; en algún momento la familia decide enfrentarse al abuelo y meterlo a la cárcel, aún cuando puedan perder toda su fortuna. La hija menor, Jana, reflexiona: “lo peor que nos puede pasar es empezar desde cero”. Pero supuesto, nada de eso sucede. Antes bien, con el dinero que ha heredado de su abuelo, Jana compra una cámara de video que le permite convertirse “en la primera productora de telenovelas por celular.” ¡¡¡Qué destino para la clase trabajadora!!!
Pero no logran engañar a nadie; Ana Serradilla en ningún momento representa a la clase trabajadora. Llega a vivir a la Ciudad de México a un amplio departamento en la plaza de Santo Domingo que mantiene su hermana, que no trabaja. Asiste a una escuela particular de medicina. Y finalmente termina casada con otro médico huérfano. La clase trabajadora no está representada. Ésta se encuentra más allá, del otro lado, preguntando a “los que saben”, qué sistema de pensiones debería escoger.
[1] Miguel Alemán, quien inauguró la televisión mexicana en 1950 y el periodo en que los políticos participan abiertamente en empresas particulares, fue siempre socio de la televisión mexicana. El actual director de la televisora, heredero del consorcio en 1997 -podemos aventurarnos - es el paradigma del empresario que participa en asuntos políticos.
[2] Ese año muere Rockdrigo: “Un toke de Roc” documental de Sergio García que se puede encontrar en la Filmoteca de la UNAM debe contener pistas.
[3] Sin embargo, para conocer la violencia que implica el proceso real hay que ir a Francisco GómezJara “Bonapartismo y lucha campesina en la Costa Grande de Guerrero” donde se sigue el despojo de la población de Acapulco por parte de inmobiliarias bajo el auspicio de Miguel Alemán.
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